Mi silencio tiene una razón y es que cuando he intentado romperlo, no hay alma ni mente que parezca entenderme. La nebulosa que vivía de adolescente estaba compuesta también de personas que sufrían conmigo, a la par y constantemente. Con el tiempo me despellejé, de una, con dudas, pero fue la única manera que encontré para librarme de esa vida. Con eso dejé el entendimiento, el recuerdo del dolor, de la soledad y del infierno. Poco a poco iba desvaneciéndose, aligerándose y convirtiéndose en un vago recuerdo. Una mera experiencia, una anécdota lejana. Ahora que salí adelante y transformé este mounstro en una sombra que me sigue y me susurra al oído de vez en cuando, no tengo cabida para él en mi vida cotidiana y con eso, nadie a quién presentárselo. ¿Quién me entenderá? ¿Quién entenderá a este viejo amigo? La última persona que me entendía se fue. La penúltima me haría daño porque el recuerdo de su amor es demasiado reciente. ¿Qué hacer ahora? ¿Sucumbir frente a este mounstro? Cuando abro los ojos y alcanzo decir alguna palabra es cuando logro divisar algunas manos dispuestas a ayudarme, pero las rechazo: Es demasiada la carga la que llevo. ¿Entonces de qué me quejo?